A fines del siglo pasado, en el ámbito de la fotografía, el cambio de paradigma tecnológico y la llegada de las “fotografías sintéticas” abrieron nuevas discusiones en torno al vínculo que la imagen mantiene con lo real, en especial, cuando ésta cumple funciones informativas en la que debe dar constancia de lo sucedido. Estas polémicas se reviven ahora, cuando el acceso a la IA se populariza y los usuarios son capaces de generar imágenes que siguen los códigos de representación visual de la fotografía y las utilizan para desempeñar funciones similares.
Desde su aparición, la fotografía está vinculada con usos sociales objetivos y realistas (Bourdieu, 1965), sirviendo a veces como prueba de verdad. A causa de su naturaleza técnica —la imagen es el producto de la acción de la luz— y por su precisión para construir una representación “natural” del mundo visible, se la suele presentar como un “testimonio fiel y exacto de la realidad”. En muchos casos, constituye un “soporte de la memoria” (Da Silva Catela, 2010) para evocar el pasado y reconstruir historias con la certeza del “esto-ha-sido” (Barthes, 1980), puesto que lo fotografiado es “necesariamente real” y ha estado frente al objetivo de la cámara.
Las imágenes generadas por IA pueden tener una visualidad similar a la de las fotografías pero no mantienen una relación real de contigüidad física con el referente, como sabemos, no son una huella de la luz sino que son producidas por algoritmos a partir de textos. Sin embargo, este “realismo fotográfico” (Manovich, 1997) basta para suponer que en ellas opera también una “indicialidad” ya no vinculada a la luz, sino en referencia a los códigos de representación visual de la fotografía. Estamos hablando de una lógica cercana a lo que Charles Pierce llamó “índices designadores” porque operan con referencia a un objeto, a partir de una indicación, señalamiento o designación. Teniendo en cuenta que las imágenes creadas por IA poseen una naturaleza diferente, esta operación daría lugar a un nuevo “régimen de la verdad” (Foucault, 1992) en el que priman más las credenciales ganadas —la legitimación alcanzada por la fotografía como testimonio visual a lo largo del tiempo— que la huella de luz como prueba material.
Sobre la base de esta hipótesis, analizaremos las imágenes publicadas en la cuenta de Instagram “IAbuelas” (2023-24), donde se simulan los rostros actuales de los bebés que fueron apropiados durante la última dictadura cívico-militar en Argentina (1976-1983). La fisonomía de los hombres y mujeres adultos que aparecen retratados en este sitio, fueron creados con IA a partir de las fotografías argénticas de sus padres. ¿En qué medida la fotografía argéntica de archivo puede constituir un referente para que otra imagen, generada por IA, pueda “portar” una “fuerza constantiva”? ¿Por qué estas imágenes producidas por la IA pueden plantear un nuevo “régimen de la verdad” en torno a su uso como testimonio? ¿Hasta qué punto las imágenes (argénticas y sintéticas) de la cuenta “IAbuelas” permiten construir memorias sobre el pasado de la historia reciente?